Frascos de Tinta: El ansia de agotar su contenido

 

Cuando se empezó a escribir “con tinta”, primero había que hacérsela (hablamos de los escribas egipcios o de los monjes copistas medievales), y solo tras aparecer las plumillas de acero, la tinta empezó a hacerse industrialmente y a suministrarse en todos los formatos.

Cuando se aprovisiona desde un frasco de litro en un colegio u oficina, un pequeño sobrante es superfluo, pero si tiene además un vertedor en su boca, incluso las últimas gotas se pueden utilizar.

Lo malo es cuando en el hogar adquirimos un frasco mucho menor (p.ej. 30 c.c.), donde el precio del frasco representa una porción elevada del coste total, y encima coincide con una época (el s. XX) de guerras, postguerras y épocas de necesidades generales.

Las caras estilográficas eran necesarias, todos las usaban, y la tinta – que salía cara - se consumía a raudales.

Se generó un ansia por agotar hasta la última gota del frasco.

Nota: ya desde el inicio vamos a decir que esta ansia no deja de ser una paranoia, pues una vez agotado el contenido “útil” del frasco (el que permite llenar la pluma), tendremos que comprar otro, y el remanente del anterior puede transferirse al nuevo. Además, siempre podemos usar los inefables cartuchos. Fin.

Pero los fabricantes estuvieron muy al tanto, y cualquier satisfacción de los deseos de los clientes podía aumentar sus ventas. Aparecieron así los desarrollos que mejoraban el agotamiento de la tinta del frasco.

Sheaffer’s, como casi siempre el primero, desarrolló en 1922 su excelente SCRIP (que llamaron “fluído para escribir” - ¡sucesor de la tinta!), y pronto dotó a sus frascos de una teja interna donde un mínimo de tinta hace un pocillo suficiente para llenar una de sus plumas (los plumines Triumph de “dedal”, y aún mejor cuando sacó su sistema “Snorkel”).

Otro de los primeros (1927) fue SWAN (Mabie & Todd), inventando el frasco “Double Decker” - el famoso autobús londinense - cuya propaganda decía que, tras voltear el “frasco de dos pisos, el entresuelo quedaba vacío”.

El “secreto” consistía en una canica de vidrio en el “primer piso”, que al invertir el frasco se iba hasta la tapa permitiendo a la tinta llenar la parte superior, y tras volver a colocarlo, cerraba un cuello alto, recto y estrecho lo suficientemente bien como para, con una cantidad reducida de tinta, dar el tiempo necesario para llenar la pluma. En 1936 modificaron el cuello a esférico (la imagen es de FPN, única encontrada).

En 1935, JiF (Jules Isidore Fagard), representante de Waterman para Francia, Bélgica y colonias, copió la idea:

Que incluso hoy, el holandés P.W Akkerman ha copiado.

Entre medias, en 1932, Montblanc tuvo la idea de simplificar (que ya es raro en los alemanes…): pusieron el contenedor alto y estrecho al costado, y suprimieron la canica.

Claro que tuvieron que hacer un frasco con tabique, y añadir un soporte interno que apoyara el extremo de la boquilla para impedir tocar fondo a los plumines y tubos de estilógrafos (que por entonces también los hacían).

Pero terminaron simplificando y mejorando la idea hasta la excelencia, con el famoso “tintero Montblanc”, tanto, que muchos usuarios usan este frasco rellenándolo con su tinta favorita (y de paso, presumen con él frente a las visitas).

Hoy, gracias al marketing, y al igual que con todos los productos de la marca, se ha convertido en un objeto de lujo, donde lo de menos es la idea original de ahorrar las últimas gotas de tinta (incluso se ha perdido algo de pocillo). Aquí se paga muy caro hasta por las esponjas que sujetan el nuevo frasco al estuche de cartón, con tirador de tela.

Globalizada: hecha en Austria, aunque con el fino detalle de poner la fecha (aunque no una fecha de caducidad).

Pero sigamos, que hemos avanzado mucho. Allá por los principios, ¿qué hizo el pionero Waterman? – Inicialmente nada, pues era antes incluso del desarrollo del “ansia”, y sus frascos de tinta eran lógicos.

Pero al iniciarse los primeros síntomas, reaccionó con sus frascos “poliédricos”, francamente bonitos, aunque si se inclinan como decía su propaganda, ¡y para no ganar mucho!, se tiene el riesgo de que al maniobrar el mecanismo de carga de la pluma, sacudamos o se nos escape el frasco, organizando el correspondiente desaguisado oscuro.

De todas formas, el diseño quedó como imagen de marca, y el diseño “mediano” ha sido el que más ha perdurado.

Además, a mediados de siglo diseñaron un “crack”: el frasco “Tortuga

La idea era retomar el primitivo: un depósito grande, un resalte del vidrio interno inferior, y un tubo largo y estrecho con la tapa. Sin canicas, topes ni otros encarecimientos.

Como en todo el mundillo éste, la aparición de copias fue explosiva, y aquí presentamos solo seis (sí, aparece otro frasco Montblanc más, y hay otro que ni aparece, ambos anteriores al "clásico"):

Algunos apenas separaban (EBRO, Wigty); Samas (arriba derecha) lo mejoró hasta casi estrangular el cuello, y Pelikan, muy seria, los vendía con una “hoja de instrucciones” (que justo provocan que el cuello se llene al mínimo…)

Pero Pelikan tuvo otras formas de frascos: las redondas clásicas, las cuadradas que inicialmente fueron de tinta china, y una nueva forma llamada “media Luna”.

Formalmente, el frasco “media Luna” podía inclinarse como los de Waterman, pero son, si algo, aún más inestables.

Sin embargo, esta forma se ha extendido mucho entre los marquistas de tintas:

Donde si nos fijamos, vemos que sólo la Faber-Castell difiere entre ellas. Tumbando los frascos, las similitudes anteriores se mantienen:

Como sabemos de un fabricante austríaco que produce tinta genérica, sospechamos que puede ser el proveedor general salvo para la Faber-Castell, que parece ser de origen Pelikan.

Últimamente, Pelikan se ha unido a la tendencia Montblanc de ofrecer una tinta exclusiva en una colección de lujo: las EDELSTEIN (“piedra preciosa”): un enorme cristal de alta trasparencia, tapones bicolores en excelente plástico (con una sola cría de pelícano, la economía no da para más), colores llamados por los de piedras preciosas, nuevos colores anuales limitados, etc. Pero del último aprovechamiento de la tinta final, mejor no hablamos.

¿Y Parker? Su incombustible tinta QUINK apareció en 1931, y con los años evolucionó a la inevitable “Súper Quink” (¿sería una mejora real drástica, o solo cambio de nombre?), pero el frasco lleva muchos años inalterable sin complejos:

Sus otras tintas han desaparecido silenciosamente: la “Superchrome” (que “escribe seco con tinta húmeda”) se introdujo con la “51”, y explícitamente se vendía solo para sus “21” y “51” (era muy alcalina), dañando las plumas de otras marcas. La “Penman” (años 90’s) era muy llamativa gracias a su alta concentración, pero resultaba en frecuentes atascos si no se enjuagaba muy a menudo la pluma que la usara (igual ocurre con ciertas tintas japonesas y las “marrones”).

Para terminar, una mención al frasco Visconti de la cabecera: es otra forma de lograr un uso casi total de la tinta contenida, pero ¿de plástico?



Miguel Huineman

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