PLUMINES 4 - RASCADO DE PLUMINES


Este es un tema que existe desde siempre. En un museo, en el tesoro de una catedral, etc. habrá un manuscrito con pluma de ave, y alrededor de las líneas rápidas laterales hay a veces una nube de minigotas. Los gavilanes de la pluma rascaron, vibrando y salpicando.

Luego aparecieron las plumillas de acero con palillero. Fue un enorme avance (¡sobre todo para los gansos, patos, pavos y cuervos!), pero para algunos que por edad tuvimos la suerte de tener la desgracia de usarlas, sabemos que rascaban horrores.


La pluma estilográfica con punto en el plumín fue una bendición, tan solo cuestionada años mas tarde por la llegada del bolígrafo, espeso y requiriendo un fuerte arrastre, pero que a cambio, por su esfera final, no rasca.


¿Por qué rasca un plumín?

Imaginemos que miramos al “iridio” del plumín de frente con la lupa. Veríamos algo así:

Es un plumín sin rebabas de corte y con los gavilanes parejos.

Ahora lo apoyamos sobre un papel liso como cristal, pero como somos humanos, nos desviaremos un poco de la vertical.

El gavilán “A” tiene mas carga y flexa hacia arriba un poco más que el “B”. Hablamos de décimas o centésimas de milímetro (en el plumín de la foto está exagerado para poder apreciarse).
Cosa que aprovecha la semiesfera “B” para meter su borde afilado contra la superficie del papel.

Un deslizamiento del plumín hacia la izquierda y tendremos un buril rascando sobre el papel.
Como el papel que hemos supuesto liso no lo es (tiene rugosidades y fibras) y además se hunde comprimido por la presión, tenemos como resultado que un plumín rasca por su propia construcción.

Pero si quitamos esos filos que antes hemos visto en “A” y “B” con un buen pulido, nos quedaría un punto así:

Ya rascará menos, sobre todo si es rígido y no tenemos tendencia a apretar como si escribiésemos con un bolígrafo.

Vistos con una lupa fuerte (30x), casi todos los buenos plumines tienen esta configuración.

Pero imaginemos que llevamos el suavizado más lejos y  redondeamos aún más el corte.
La tinta fluye en la ranura entre gavilanes por tensión superficial, y en cuanto las superficies se separan más de un límite, la tinta no puede alcanzar la superficie del papel.

Es lo que se denomina efecto “Culito de bebé” (Baby Bottom) por su parecido con los puntos mostrados.
Y tenemos un caso de escritura desesperante: el “skipping”, o fallos en el fujo de tinta cada vez que levantamos y volvemos a apoyar el plumín. También fallan en líneas rápidas transversales, donde el punto salte, o se abran los gavilanes.

Le cuesta arrancar y tenemos que insistir, apretando para abrir los gavilanes esperando que al cerrar el exceso de tinta moje el papel.
Pero nada de ello sirve. La única solución es volver a tallar al punto.

Volvamos al plumín bien pulido de arriba: pese a todo, tiene dos puntos de apoyo sobre el papel, y se hunden en él un poco, de forma que actúan como unos "raíles" que sujetan el trazo lateralmente más que longitudinalmente.
Es algo característico llamado "feedback", la reacción del plumín hacia la mano que escribe, que puede ser muy variable dependiendo del pulido, tamaño del punto, rigidez del plumín, presión de escritura, papel o incluso superficie sobre la que éste se apoya, y que muchos interpretan como un tipo de "rascado". No lo es.
Un plumín siempre tendrá tendencia a seguir la línea del corte del punto, y se "resistirá" - pero poco - a ir lateralmente.
Incluso sonará al deslizarse.
Pero es parte de lo que lo hace único frente a todos los demás instrumentos de escritura, y le da su carácter.



Miguel Huineman

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